En esta corte Amet era el guerrero más bravo y el jefe de labelicosa tribu de los Aldorandines. Insensible a los halagos del amor,llevaba en su lanza un bordado pendoncillo en el que ponía: “libre”.
La guerra era lo único que le importaba y no encontraba otro placer que correrlas tierras de los cristianos, y traer a la ciudad orgulloso, los despojos de sus frecuentes victorias.
Llevaba algún tiempo de estar privado de ejercicios guerreros, a causa deuna larga enfermedad y, ya repuesto de ella, salió de Granada con 200 jinetes para realizar alguna empresa que aumentara su fama de experimentado y de valiente.
Se encaminó con sus tropas hacia la Serranía de Ronda y antes de llegar a la ciudad, reparó en un amurallado castillo, que parecía ser de grandes señores, y decidió dar allí un golpe certero, seguro de lo descuidados que vivirían sus dueños.
Receloso y deseando orientarse, subió a una colina, desde donde podía dominar lo que ocurría en el interior del castillo. Se quedó muy sorprendido, cuando al poco rato vio abrirse las pesadas puertas del mismo, y salir por ellas una joven muy hermosa, a quien acompañaba su débil pajecillo y una respetable dueña. El musulmán quedó petrificado ante la hermosura de la joven. y la pasión amorosa se le despertó con violencia suma. Siguiendo a la doncella vio que llegaba a un caserío cercano, que era la pobre vivienda de su nodriza a quien diariamente visitaba.
El hermoso palacio que poseía Amet, en lo alto de la cuesta de la Alhacaba, frente a la puerta de los Estandartes, fue la mansión a donde elsarraceno condujo a la hermosa castellana de Ronda, Doña Isabel Pereda,que así se llamaba. Mas un triste desengaño aguardaba allí al enamorado.La cristiana perdió al día siguiente la razón, y todo su anhelo eran las flores,y su eterna manía el hallar un rosal que produjese las rosas azules, comoella las había imaginado en su fantasía.
El hermoso palacio que poseía Amet, en lo alto de la cuesta de la Alhacaba, frente a la puerta de los Estandartes, fue la mansión a donde elsarraceno condujo a la hermosa castellana de Ronda, Doña Isabel Pereda,que así se llamaba. Mas un triste desengaño aguardaba allí al enamorado.La cristiana perdió al día siguiente la razón, y todo su anhelo eran las flores,y su eterna manía el hallar un rosal que produjese las rosas azules, comoella las había imaginado en su fantasía.
Todo lo incalculable lo hizo Amet por lograr el capricho de la hermosa dama. Pero todo fue en vano. Llegó hasta hacer venir, derramando riquezas,a la nodriza de Isabel. Trajo también la Virgen del Consuelo, ante laque ella rezaba en su castillo, y en el palacio, en el fondo del jardín, una rústica cueva se convirtió en lujosa capilla cristiana.
Allí se presentó su nodriza y ella la reconoció como a su antigua servidora;miró con ojos más comprensivos al sarraceno, y creyendo que por favor delc ielo unas rosas que había cogido éste para la Virgen, eran las rosas azules con que soñaba, su razón volvió a lucir con la lucidez de siempre.
Entonces recordó las atenciones de Amet, y ante sus promesas de hacerse cristiano, dejaron aquellos lugares de delicias, partieron hacia Ronda, y en el antiguo castillo, el guerrero musulmán recibió el bautismo, y se desposó con Isabel, que nunca pudo separar de su imaginación el Palacio de Amet,ni sus soñadas rosas azules.
Una vez allí, el moro no pudo contener los ardorosos ecos de su corazón, y cogiendo desprevenida a la hermosa castellana, sujetó con dos esclavos a sus leales servidores, expuso en breves palabras a la cristiana la fuerza de su amor, y desmayada la colocó sobre la montura de su caballo, yendo a perderse con éste en vertiginosa carrera, seguido de su gente, por los tortuosos caminos que habían de conducirle a Granada.Veloz como el pensamiento llegó con la cautiva cristiana a la ciudad.
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