Según la leyenda, durante la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un misterioso perro negro aterrorizaba a los obreros por las noches, obstaculizando las obras.
Quizás el perro infernal protegía el lugar, pues se ha atribuido a El Escorial el ser una de las puertas del Infierno que se extienden por el mundo (otra de las cuales es la ciudad italiana de Turín); ésta fue una de las razones por las que Felipe II mandó construir el monasterio en este lugar: para mantener cerrada dicha puerta.
El perro fue encontrado y se ordenó que se le ahorcase en una de las torres del monasterio, donde permaneció mucho tiempo.
Cuando Felipe II regresó dfinitivamente a El Escorial para morir, desde su lecho de muerte (acompañado de multitud de reliquias de santos), siguió oyendo los ladridos de ese perro infernal, que ya había sido muerto hacía años.[1]
La Sima de los Pastores
Esta leyenda tiene origen también en el Monasterio de El Escorial, parece ser que un tal Rafael Corraliza empleado de la pagaduría de las obras del monasterio se sintió tentado por el continuo tintineo de doblones a diestro y siniestro ante él y decidió hacerse con un botín de estos y sujetándoselos al cinto se escapó como alma que lleva el diablo camino de Portugal por la ruta que pensó menos vigilada tomando la vereda que conducía a la próxima aldea de Robledondo.
Como era ya de anochecida al llegar a la zona conocida como Sima de los Pastores se hundió en ella dando con sus huesos en el fondo tragando vida y doblones, no se sabe con certeza pero parece ser y quiere creer la gente que el mismo santo intercedió en la aventura del desafortunado pagador.
Con el paso del tiempo esta sima fue tapada con ramas y piedras por temor a que el ganado o cualquier desdichado sufriese la misma suerte del tal Corraliza, aunque aún sigue ahí la sima para visita del que se precie a rememorar significante historia.
La pisada del diablo
Esta leyenda atribuye un origen diabólico a una oquedad que aparece sobre una roca, que asemeja una huella de talón izquierdo, situada aproximadamente a un kilómetro de distancia de la Silla de Felipe II.
Según la tradición, una muchacha llamada Martiña, muy devota de la Virgen María, se encontró con el diablo que, disfrazado de peregrino, intentó apoderarse de su alma ofreciéndole bienes terrenales si renegaba de la Virgen.
Ante la negativa de la joven, el diablo saltó enfurecido sobre la piedra y provocó una gran explosión, que formó la citada huella.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Leyendas_de_la_Sierra_de_Guadarrama
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